H-O-P-E (Esperanza)

H-O-P-E (Esperanza)

Martes, Mayo 8 del 2018

 

Ellos son de Colombia. Pero se habían trasladado al Canadá por dos años para estudiar teología en un seminario en Vancouver. Y yo, despues de pasar unas semanas con mis padres en Ontario, había volado a British Colombia para visitar a mis amigos colombianos allá. 

 

H-O-P-E.

 

Esas eran las cuatro letras de madera sentadas en la repisa de la ventana del apartamento de mis amigos cuando llegué. 

 

Las letras medían unos 10cm y eran pintadas de blanco. Allí sentadas, hacían un apropiado primer plano para el lindo centro de Surrey llamado City Central que se podía ver a través y detrás de ellas.

 

Me acuerdo que pasé un buen rato mirando esas letras y meditando en la corta pero muy significativa palabra que deletreaban: H-O-P-E. Es decir, ESPERANZA. 

 

Su extrema blancura me recordaba que la ESPERANZA es algo puro y santo. Es la plena, confiada certeza de un niño de cosas deseadas y creídas, “la convicción de lo que no se ve” (Hebreos 11:1). Las letras hablan de posibilidades y promesas a mi corazón a veces lleno de desánimo y dudas, y me inspiran y me motivan a escoger una confianza santa aun cuando no puedo ver (especialmente cuando no puedo ver) lo que estoy creyendo.

 

Esas letras estaban allí sentadas en la repisa, silenciosamente y pacientemente, como es la ESPERANZA. La ESPERANZA espera. Y espera. Y espera. Y no se cansa en esperar silenciosamente y pacientemente. “Pero si esperamos lo que no vemos, con paciencia lo aguardamos.” (Romanos 8:25) Esas letras me recordaban y me animaban a no dejarme por vencida, a perseverar, a “seguir siguiendo” – a guardar la confianza de que un día las cosas serían diferentes, las cosas serían mejores.

 

Esas letras estaban allí sentadas firmes y seguras, constantes e invariables. Habían estado allí hace unos días cuando había llegado. Y no se habían movido ni habían cambiado de lugar. Simplemente estaban allí, hablando seguridad y fuerza a mi corazón a veces lleno de ansiedad y temor. “Espere Israel a Jehová,
 porque en Jehová hay misericordia,
 y abundante redención con él.” (Salmo 130:7) ¡Si! La constancia de la ESPERANZA es como un ancla para mi alma que muchas veces está sacudida por tempestades.

 

Pero, al seguir mirando y pensando en esas cuatro letras (H-O-P-E), me dí cuenta que una estaba caída. La “H”, la “O” y la “E” estaban paradas verticales y rectas. Pero la “P” estaba inclinada, y estaba medio recostada sobre su lado redondo. Y a veces, la ESPERANZA misma es así. No siempre es perfecta, y parada derecha y firme. A veces la ESPERANZA titubea, y tropieza, y cae. A veces mi ESPERANZA está parada recta y segura en algunas áreas de mi vida, pero en otras está vacilando y naufragando. Pero entonces, como lo hizo el autor desconocido del Salmo 119, yo también digo, “Susténtame conforme a tu palabra, y viviré;
y no quede yo avergonzado de mi esperanza.” (Salmo 119:116) Y como dice el libro de Job, en 14:7-9, yo también escojo creer que “Porque si el árbol fuere cortado, aún queda de él esperanza;
retoñará aún, y sus renuevos no faltarán. Si se envejeciere en la tierra su raíz,
y su tronco fuere muerto en el polvo, al percibir el agua reverdecerá,
y hará copa como planta nueva.”

 

ESPERANZA. Sin ESPERANZA nos morimos. Puede ser que, a veces, no tengamos literalmente lo que necesitamos o lo que deseamos, o lo que creemos que necesitamos y deseamos – pero, aunque no parezca ser así, todo está bien. Pero cuando perdemos la ESPERANZA, cuando nuestra confianza en las promesas de que vendrán días mejores se marchita y no queda nada, cuando nuestra ESPERANZA se muere, nosotros también morimos.

 

ESPERANZA. Tener una ESPERANZA pura y santa, silenciosa y paciente, firme y constante, segura y erguida – eso no es nada fácil. De hecho es imposible, si no fuese por ese Alguien en el cual se nos manda esperar. “¿Por qué te abates, oh alma mía,
y por qué te turbas dentro de mí?
 Espera en Dios; porque aún he de alabarle,
salvación mía y Dios mío.” (Salmo 43:5) Esperar solo en nosotros mismos, o en otros, o que nuestras circunstancias se cambien para bien, eso no nos llevará a nada – esa esperanza seguramente decepcionará y fallará. Pero esperar en el Señor del cielo y de la tierra, en el Dios Todopoderoso, en nuestro Salvador y nuestra salvación – esa ESPERANZA nunca decepcionará, y esa ESPERANZA nunca avergonzará (Romanos 5:5).

 

Por eso, tenemos que aprender a conocer ese Dios de ESPERANZA en el cual se nos manda esperar. Tenemos que ir a la Biblia, el libro que habla de Él, el libro que fue escrito para nuestra enseñanza, para animarnos a perseverar, para darnos ESPERANZA en el Dios de la ESPERANZA, en el Dios que nunca desilusiona y nunca defrauda y nunca falla (Romanos 15:4) Simplemente no hay otro camino. Como seres humanos, nosotros confiamos y esperamos en lo que o en aquel que conocemos. Lo que no conocemos, de eso dudamos y en eso no creemos. Entonces, cuando nuestra fe está cansada y débil, cuando la letra “P” de nuestra E-S-P-E-R-A-N-Z-A (H-O-P-E) se ha caído, en ese momento tenemos que abrir las Escrituras, y leer, y conocer mejor, y aprender a creer confiadamente en el Dios que declara que Él mismo es ESPERANZA.

 

Querid@ amig@: ¿estás luchando hoy? ¿luchando por creer que tu vida un día cambiará y mejorará? ¿luchando por seguir esperando, silenciosamente y pacientemente, una repuesta muy anhelada y ansiada? ¿luchando por perseverar y perdurar en medio de la confusión y el dolor y las dudas? ¿luchando por mantener una firme y constante ESPERANZA en tu corazón?

 

Querid@ amig@: ésta es mi oración por ti hoy. “Que el Dios de la esperanza los llene de toda alegría y paz a ustedes que creen en él, para que rebosen de esperanza por el poder del Espíritu Santo.” (Romanos 15:13) 

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