Miercoles de Resurreccion - VIDA DE CRISTO, por Fulton Sheen

Miercoles de Resurreccion - VIDA DE CRISTO, por Fulton Sheen

MIERCOLES DE RESURRECCION – Miercoles, Abirl 19 2017

 

“Aquel mismo domingo de pascua nuestro Señor se aparecioÌ a dos de sus disciÌpulos que se dirigiÌan a un pueblo llamado EmauÌs, a breve distancia de JerusaleÌn. No haciÌa mucho que habiÌan tenido grandes esperanzas en lo que JesuÌs les habiÌa prometido, pero las tinieblas del viernes santo y la escena de la sepultura del Maestro les habiÌan hecho perder toda su alegriÌa. En el pensamiento de todos, nada estaba tan presente aquel diÌa como la persona de Cristo. Mientras se hallaban conversando con aÌnimo triste y angustiado acerca de los horribles hechos acaecidos durante los dos diÌas precedentes, un forastero se les acercoÌ. Sin embargo, los disciÌpulos no se fijaron bien en eÌl y no reconocieron que se trataba del Salvador resucitado; creyeron que era un-viandante cualquiera. Al fin resultoÌ que lo que cegaba sus ojos era su incredulidad; si le hubieran estado esperando, le habriÌan reconocido. Puesto que se interesaban por El, EÌl se dignaba apareceÌrseles; pero, puesto que dudaban de su resurreccioÌn, les ocultaba el gozo de reconocer su presencia. Ahora que su cuerpo era glorificado, lo que los hombres veiÌan de EÌl dependiÌa de lo que EÌl estuviera dispuesto a revelar, y tambieÌn de la disposicioÌn de los corazones de ellos. Aunque no conociÌan que aquel hombre era el Señor, se mostraron, sin embargo, dispuestos a trabar conversacioÌn con EÌl acerca del Maestro.

 

DespueÌs de oiÌrles discutir un buen rato, el forastero les preguntoÌ: “¿QueÌ palabras son estas que os deciÌs el uno al otro, mientras caminaÌis?†(Lucas 24:17) Ellos se detuvieron entristecidos. Era evidente que la causa de su tristeza era verse privados del Maestro. HabiÌan estado con JesuÌs, habiÌan visto coÌmo le prendiÌan, le insultaban, le crucificaban, le daban muerte y le sepultaban.

 

El Salvador, con su infinita sabiduriÌa, no empezoÌ diciendo: “Ya seÌ por queÌ estaÌis tristesâ€. Su taÌctica era maÌs bien la de lograr que se desahogaran; un corazoÌn dolorido se siente consolado cuando es aliviado el peso que le oprime. Si el corazoÌn de ellos estaba dispuesto a hablar, EÌl estaba dispuesto a escucharlo. Si le mostraban sus llagas, EÌl sabriÌa coÌmo curarlas.

 

Uno de los dos disciÌpulos, llamado CleofaÌs, fue el primero en hablar. ExpresoÌ su extrañeza ante la ignorancia del forastero, que al parecer no sabiÌa lo ocurrido los uÌltimos diÌas. “¿Eres tuÌ solamente un recieÌn llegado a JerusaleÌn, que no sabes las cosas ocurridas en ella en estos diÌas?†(Lucas 24:18) El Señor resucitado le preguntoÌ: “¿QueÌ cosas?†(Lucas 24:19)… De la misma manera que en el caso de la mujer junto al pozo, JesuÌs no preguntaba con el deseo de recibir informacioÌn, sino de que se profundizara en el conocimiento de EÌl mismo. Entonces no soÌlo CleofaÌs, sino tambieÌn su compañero, le refirieron lo que habiÌa sucedido. Respondieron:

 

“Lo que le ha ocurrido a JesuÌs el nazareno, que fue profeta, poderoso en obra y palabra, delante de Dios y de todo el pueblo; y como los grandes sacerdotes y nuestros gobernantes le entregaron, para que fuese condenado a muerte, y le crucificaron. Mas nosotros esperaÌbamos que fuera aquel que habiÌa de redimir a Israel. Sin embargo, y ademaÌs de todo esto, eÌste es el tercer diÌa desde que acontecieron estas cosas. Y tambieÌn ciertas mujeres de los nuestros nos han dejado asombrados. Al amanecer estaban junto al sepulcro; y no hallando su cuerpo se volvieron, diciendo que habiÌan visto una visioÌn de aÌngeles, los cuales han dicho que EÌl vive. Y algunos de los nuestros fueron al sepulcro y hallaron que era cierto como las mujeres habiÌan dicho: mas a EÌl no le vieron.†(Lucas 24:19-24)

 

EÌstos habiÌan esperado grandes cosas, pero Dios, deciÌan ellos, les habiÌa contrariado. El hombre se siente contrariado muchas veces debido a que sus esperanzas son fuÌtiles e inconsistentes. Las esperanzas de los hombres tuvieron que ser frustradas por Dios no porque fueran demasiado grandes, sino porque eran poca cosa. La mano que rompiÌa la copa de sus deseos mezquinos les ofreciÌa un caÌliz precioso. Pensaban que habiÌan encontrado al Redentor antes de que fuera crucificado, pero en realidad habiÌan descubierto un Redentor crucificado. HabiÌan esperado un Salvador de Israel, pero no esperaban al mismo tiempo un Salvador de los gentiles. En muchas ocasiones debieron de oiÌrle hablar de que seriÌa crucificado y resucitariÌa luego, pero la derrota era incompatible con la idea que ellos teniÌan del Maestro. PodiÌan creer en EÌl como Maestro, como un MesiÌas poliÌtico, como un reformador eÌtico, como un salvador de la patria, uno que los libertara de los romanos, pero no podiÌan creer en la locura de la cruz.

 

PareciÌa haber un doble propoÌsito en la forma de presentarse el Señor despueÌs de su resurreccioÌn; uno era el de mostrar que el que habiÌa muerto habiÌa resucitado, y otro era el que, aunque teniÌa el mismo cuerpo, eÌste estaba ahora glorificado y no se hallaba sujeto a restricciones de orden fiÌsico. MaÌs adelante comeriÌa con los disciÌpulos para demostrar lo primero; ahora, de la misma manera que a Magdalena le habiÌa prohibido que tocara su cuerpo, haciÌa resaltar su condicioÌn de resucitado.

 

Ni estos disciÌpulos ni los apoÌstoles estaban predispuestos a aceptar la resurreccioÌn. La evidencia de ella habiÌa de abrirse camino por entre las dudas y la resistencia maÌs obstinada de la naturaleza humana.

 

Entonces el Salvador les dijo: “¡Hombres sin inteligencia, y tardos de corazoÌn para creer todo cuanto han anunciado los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Cristo padeciese estas cosas, y entrase en su gloria?†(Lucas 24:25-26)

 

Se les reprochaba su necedad y obstinacion… Credulidad hacia los hombres e incredulidad hacia Dios es la marca de los corazones obstinados.â€

 

(Capitulo 54, pgs. 492 – 495)  

 

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